jueves, diciembre 29, 2005
Bitacora pte 1
El cigarro

Hoy me levante como todos los días lo hago. Primero me doy vueltas en la cama (flojeando un poco) para luego darme el ánimo de levantarme y empezar mi rutina matutina (ducharme, secarme, peinarme, lavarme los dientes, tomar desayuno, luego cepillarme los dientes nuevamente, peinarme nuevamente, arreglarme, vestirme y quedar desocupada). El día estaba lindo, no mucha calor, ni mucho frío, un clima templado que pocos pueden apreciar en este desierto florido.
Cuando estaba en la mitad de mi café matutino, sentada en la peculiar silla de playa improvisada para mirar por la ventana, tome el primer cigarro del día. Como nunca, lo observe, cada detalle del Kent One, de cajetilla azul psicodélica y me di cuenta del placer que me producía acabar con mi vida. Eso basto para que desistiera de fumarlo, así que seguí aferrada a mi tazón de café.
La ventana me mostró un mar de cosas, literalmente un mar. Un mar azul que tranquilo nos baña, pero no se si nos promete un futuro esplendor (a causa de un vaporcito que nos derramó petroleo). Me di cuenta de lo frágil que es la vida. Imagínate, toda una vida cuidandote para que un evento (no al azar) haga caer todas las fichas de dominó que alcanzaste a hacer en la torre.
De una u otra forma, nos estamos acabando, consumiendo como una velita en la oscuridad, y que tenemos la misma función que ella. Tenemos nuestro periodo de prueba, un periodo de auge y un final, por que querramos o no igual llegaremos a lo mismo.
Pensaba en el amor. Ese sentimiento tan fuerte que nos hace crecer como personas, engrandecer nuestra alma, y al mismo tiempo perder nuestra mente por el enamoramiento, tambien hacer perder nuestras fuerzas y nuestra vida en cuanto sufrimos alguna desilución, o nos hace perder el juicio, cuando peleamos o nos enfrentamos a una dificultad. Entonces como lo veo, siempre ganamos y perdermos algo.
Terminé mi café matutino y continue con otra taza del mismo sabor del café. Me dirigí a la cocina y preparé otro, y nuevamente llegué al mismo lugar, a sentarme y contemplar la ciudad que corre de un lado a otro. Le daba vueltas y vueltas al cigarro, miraba la cajetilla y luego miraba por la ventana, esperando que el aire/smog/brisa llegara a mis pulmones.
Estoy muriendo, día a día. Cada día que pasa me acerco mas al aniversario de mi fallecimiento, por lo que podría empezar por hacer un testamento para las pocas cosas que tengo, pero la verdad es que ya no me preocupa.
Hubo un tiempo que vi todo negro. Nada de lo que hacía me satisfacía, estaba enojada con mi familia, con mi alrededor. Caí en un vacío vago. No me dí cuenta de lo que tenía a mi alrededor y no disfrutaba de las pequeñas cosas que la vida me entregaba. En cierta forma, estaba nublada, producto de las lagrimas en mis ojos que no me dejaban ver. Hasta que por fin pude mudar mi negra piel para dar paso a esta mariposa casi tecnológica en lo que soy.
Veo de otra forma el mundo, producto de muchos y muchos altibajos en mi vida, accidentes, problemas emocionales (de los cuales no pude salir sola, sino que con ayuda de amigos), y ahora estoy lista para comenzar a vivir, estoy lista para disfrutar de mis opciones y desiciones, desiluciones y placeres. Y por primera vez en mi vida estoy dispuesta e enfrentar una desilución sin temor, y una placer y aceptarlo por completo.
Entonces, dejo un momento de lado mi tazón de café, tomo el cigarro y veo como se enciende, dejando mis pulmones a merced del humo, que indudablemente me quitará mi vida poco a poco, pero es mi opción dejar que lo haga, dejar que el placer de sentir llene mi ser...
Por primera vez estoy lista para poner el cigarro en mi boca y dejar que llene de malicia mi ser...